MARIO VARGAS LLOSA

MARIO VARGAS LLOSA, PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2010
"Me acuerdo de cuando empecé en esto. ¡Quién me iba a decir a mí que acabaría como he acabado! Yo jamás pensé que me ganaría la vida como escritor, jamás pen
sé siquiera que fueran a editarme un primer libro. Yo creía que la edición me la tendría que pagar yo y que lo leerían apenas un grupito de amigos".

http://www.mvargasllosa.com/
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/vargasllosa/index.htm

miércoles, 23 de marzo de 2011

lunes, 21 de marzo de 2011

LA NOVELA ESPAÑOLA HASTA 1939

La primera mitad del siglo XX es muy rica desde el punto de vista literario. La calidad es el denominador común de todos los géneros, aunque, si hay uno que destaca por encima de los demás, ése es indudablemente la novela. Los autores de la Generación del 98 utilizan este género como vehículo fundamental de expresión y lo convierten en el género por excelencia de la literatura del siglo XX. Posteriormente, los autores pertenecientes al Novecentismo o Generación del 14 lo cultivan con profusión, junto con el ensayo, y en ambos se proponen buscar nuevas vías narrativas. En los años cuarenta, tras la Guerra Civil Española, la literatura se ve condicionada por la ideología, y la novela no es una excepción. Los autores exponen su punto de vista en sus novelas a la vez que pretenden ser originales y experimentar con nuevas técnicas narrativas. Se buscan nuevos ángulos narrativos que reflejen una mayor riqueza de perspectiva y de visión para el lector. Además, nacen nuevas editoriales y colecciones, lo cual, unido al incremento de las traducciones, contribuye al desarrollo pleno de la novela.
La novela en la Generación del 98
Como ya indicamos en el capítulo dedicado a la Generación del 98, la novela es el género más importante de cuantos cultivaron los miembros de este grupo. Los temas que prefieren son España, las causas de la decadencia, la historia, los pueblos, las gentes... además de la reflexión sobre el hombre y su destino. Estos autores no se preocupan por la Historia de los grandes personajes, sino por lo que Unamuno denominó la intrahistoria, es decir, ‘la vida callada de miles de hombres sin historia’. Otro elemento fundamental en las novelas de la Generación del 98 es la descripción del paisaje como reflejo de un estado de ánimo determinado.
En cuanto a la forma, estos autores se basan en la simplicidad y la claridad. Huyen de la retórica vacía y de los largos periodos oracionales. Lo más importante es el argumento, el fondo, y la forma no debe ser un obstáculo para la comprensión del mensaje implícito en la novela.
Entre los miembros de la Generación del 98, los principales novelistas son: Pío Baroja, Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz, Azorín, y Ángel Ganivet. Estos autores publicaron sus novelas durante las tres primeras décadas del siglo XX, es decir, hasta el comienzo de la Guerra Civil, con lo que desempeñaron una especie de magisterio sobre los autores más jóvenes que se iniciaban en la narrativa.
Novecentismo o Generación del 14
Como puente entre la Generación del 98 y la Generación del 27, encontramos a un grupo de escritores que se dan a conocer entre 1910 y 1914 y que reciben la denominación de novecentistas. Se trata de filósofos, historiadores y escritores: José Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Salvador de Madariaga, Américo Castro, Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez.
Las características comunes que presenta este grupo tan heterogéneo son las siguientes:
Se vuelven a plantear el problema de España, al igual que los autores del 98, aunque le dan un tratamiento más intelectual y preciso. Desean que España se mire en el espejo de Europa para modernizarse.
Para ello, estos intelectuales viajan frecuentemente y tratan de incorporar o divulgar los avances científicos o filosóficos que se producen. Todos son universitarios con vocación política. Se acercan al poder para intentar impulsar un cambio real y efectivo en España. Algunos de ellos impulsaron el advenimiento de la II República: Ortega y Gasset, Marañón, Manuel Azaña o Salvador de Madariaga.
Comparten un estilo brillante y perfeccionista. Buscan la rigurosidad y la obra bien hecha. Desvinculan el arte de la vida, y lo convierten en arte deshumanizado (denominación de Ortega y Gasset). Desarrollan una prosa de gran perfección formal.
En este apartado desarrollaremos sólo a aquellos autores novecentistas que destacan por su producción novelesca. Los demás son fundamentalmente ensayistas, por lo que los estudiaremos en el capítulo El ensayo español en el siglo XX.
Gabriel Miró (Alicante, 1879 – Madrid, 1930)
Su prosa destaca principalmente por la utilización de la descripción. Esta técnica enlaza con la actitud contemplativa del autor, que muestra una gran maestría en la narración de los valores sensoriales del paisaje. Describe el color y la luz de un lugar concreto, y también el olor e incluso el sabor de los alimentos, con lo que el lector se siente transportado a un mundo pleno de sensaciones. Además de la descripción, el lirismo y una tristeza vaga son otros dos elementos que deben ser tenidos en cuenta en su obra. A través del paisaje, Miró expresa sus sentimientos y expone sus preocupaciones íntimas. El paisaje, especialmente el alicantino, se convierte así en un vehículo privilegiado de expresión.
Las novelas más conocidas de Gabriel Miró son Las cerezas del cementerio (1910), Nuestro Padre San Daniel (1921) y su continuación El obispo leproso (1926). El resto de su obra está formada por obras que prácticamente carecen de argumento y se convierten en cuadros descriptivos y evocaciones del paisaje y de las personas: El libro de Sigüenza (1917), Figuras de la Pasión del Señor (1917), El humo dormido (1919) y Años y leguas (1928).
Ramón Pérez de Ayala (1880, Oviedo – 1962, Madrid)
Este autor mezcla magistralmente en sus novelas los elementos locales de su Asturias natal con lo extranjero. Residió varios años en Inglaterra como Embajador de España, lo cual le proporcionó un conocimiento directo de la civilización europea, de ahí su intento por adaptar estas innovaciones a la cultura española. Se trata de un novelista intelectual, erudito, meticuloso en lo que a la forma se refiere, clásico y elegante, con ingredientes de ironía y humor. Los personajes encarnan los conceptos e ideas del autor, por lo que es frecuente que el desarrollo del argumento se detenga para dar paso a reflexiones sobre el arte y las cosas. Ramón Pérez de Ayala es un narrador tolerante, que justifica en sus novelas cualquier actitud siempre que esté de acuerdo con la naturaleza del que la adopta. Además, muestra un gran interés por el análisis psicológico de los personajes, a los que disecciona espiritualmente frente al lector.
Entre las novelas de la primera época destaca Troteras y danzaderas (1913), situada en el Madrid bohemio de principios de siglo. Son relatos costumbristas y satíricos, con un toque común de pesimismo muy cercano a las preocupaciones de los autores del 98. Otros títulos son Tinieblas en las cumbres (1907), A. M. D. G. (1910) y La pata de la raposa (1912).
Las novelas de la segunda época son más simbólicas y abstractas. La ideología pasa al primer plano, así como la reflexión por parte del autor: Belarmino y Apolonio (1921), Los trabajos de Urbano y Simona (1923), Tigre Juan (1926) y El curandero de su honra (1928).
Ramón Gómez de la Serna (1891-1963)
Autor inclasificable, cultivó todos los géneros, además de inventar uno: la greguería (definida por él mismo como ‘metáfora + humor’), y sirve como puente entre el Novecentismo y los movimientos de vanguardia. Siempre intentó renovar y ser original estéticamente, así como contemplar las cosas desde los ángulos más insólitos. En su intento por desmoronar el relato clásico, introduce en sus novelas imágenes, metáforas y continuos juegos de palabras. Su producción novelística es muy extensa y de temática variadísima: El torero Caracho (1926), Seis falsas novelas (1927) o El caballero del hongo gris (1928). Los llamados dramas fantásticos son una mezcla de novela y obra de teatro: El drama del palacio deshabitado (1909), La utopía (1909) o El lunático (1912). Escribe biografías como Goya (1928) o Azorín (1930), además de su autobiografía, titulada Automoribundia (1948).
La novela deshumanizada
A raíz de la labor realizada por los autores novecentistas, especialmente Ortega y Gasset y su Revista de Occidente, surge un grupo de autores preocupados más por el arte que por los problemas humanos. Ortega consideraba que, ya que la novela estaba agotada como género, había que insistir en otros aspectos. Además de la Revista de Occidente, las colecciones “Nova Novorum”, perteneciente a la misma Revista de Occidente, y “Valores actuales”, de la editorial Ulises, sirvieron como rampa de lanzamiento para los siguientes autores: Valentín Andrés Álvarez, Francisco Ayala, Benjamín Jarnés, Antonio Obregón, Esteban Salazar y Pedro Salinas.
La novela social
Frente a la novela deshumanizada, surge a partir de los años 30 un movimiento que reclama la rehumanización del arte, la vuelta a las preocupaciones humanas. La novela El nuevo romanticismo (1930) de José Díaz Fernández será el detonante de esta nueva literatura. Hechos históricos contemporáneos a estos autores, tales como la Revolución Soviética, la I Guerra Mundial o la guerra de Marruecos, motivaron que estos escritores tomaran conciencia de la realidad y sintieran la necesidad de denunciar aquellos aspectos más rechazables de la sociedad. Los temas giran en torno a la guerra de Marruecos y la situación de los obreros y campesinos, con lo que a veces estas novelas se convierten en reportajes sociales.
José Díaz Fernández (1898-1940)
Publica El blocao en 1928, que se convierte en una de las primeras obras de este género. La publicación corre a cargo de la editorial Historia Nueva, que contribuye a la consolidación del género con la colección “La Novela Social”. Junto a la novela de Díaz Fernández, en el mismo año aparecen Plantel de inválidos, del peruano César Falcón, y El suicidio del príncipe Ariel, de J. A. Balbontín.
Ramón J. Sender (1902-1982)
Es el principal autor de esta corriente. Con Imán (1930) apuntala el género que estaba naciendo. Tiene una gran cantidad de títulos, entre los que destacan especialmente Mr. Witt en el Cantón, que fue Premio Nacional de Literatura en 1935, Crónica del alba (1942) y Réquiem por un campesino español (1960). La preocupación por la denuncia social y el intento por mostrar la realidad tal y
como es son dos elementos comunes a la mayoría de las novelas de este autor. César Muñoz Arconada (1900-1964) Militante comunista y redactor jefe de La Gaceta Literaria, escribió novelas sobre tema campesino como La turbina (1930) o Los pobres contra los ricos (1933).
La narración realista decimonónica
La importancia que la novela realista adquirió en la segunda mitad del siglo XIX pervivió en la obra de algunos autores empeñados en prolongarla: Ricardo León y Concha Espina. Ricardo León (1877-1943)
Estableció un puente directo entre el Realismo de Galdós o Clarín y la novela de la primera mitad del XX. En 1908 publicó su novela más exitosa, Casta de hidalgos, con la que se convirtió en uno de los autores de mayor audiencia. Los títulos que le siguieron no alcanzaron tanta popularidad: Comedia sentimental (1909) y Los centauros (1912).
Concha Espina (1877-1955)
Destaca por desarrollar una prosa tenuemente lírica, así como por sus valores estilísticos. Entre sus páginas podemos encontrar los primeros atisbos de denuncia social, aunque muy matizada por el tono de redención cristiana que utiliza la autora, un elemento común a todas sus novelas, que las convierte más en una demostración de piedad que de verdadera denuncia. En La esfinge maragata (1914) Concha Espina critica la situación discriminatoria de la mujer en León. Su mejor novela es El metal de los muertos (1920), en la que el centro temático es el conflicto laboral planteado por un grupo de mineros.
La novela humorística
Wenceslao Fernández Flórez (1884-1964)
Es uno de los pocos autores españoles dedicados casi en exclusividad a la novela de humor, aunque ese tono humorístico irá agriándose poco a poco a causa del escepticismo. Dedicó la mayor parte de su vida al periodismo, en concreto al artículo diario, lo cual le quitó el tiempo y la dedicación necesarios para la novela. De todos modos, en los últimos tiempos su obra está siendo más valorada y reconocida, con lo que puede ser considerado un autor importante de nuestra literatura. Sus primeras obras son fundamentalmente naturalistas e introducen elementos regionales gallegos, con toques eróticos y costumbristas: La procesión de los días (1914), Volvoreta (1917) y Ha entrado un ladrón (1920). Poco a poco su humor se va convirtiendo en más intelectual y crítico, con lo que las novelas de la segunda etapa se desarrollan en lugares imaginarios. Critica los prejuicios sexuales, el apego irracional a la tierra y el falso heroísmo, todo lo cual le lleva al escepticismo: El secreto de Barba Azul (1923) es una de sus mejores novelas. En ella llega a conclusiones tan negativas como que la única solución para la humanidad sería el “suicidio colectivo universal”. A esta época corresponden títulos como Relato inmoral (1928) y El malvado Carabel (1930). A su última etapa corresponde el título más conocido de cuantos escribió Fernández Flórez: El bosque animado (1944). Situada en el bosque de San Salvador de Cecebre, cerca de La Coruña, se trata de una novela de difícil clasificación, impregnada toda ella por un rico simbolismo gallego.
José Carlos Carrillo Martínez

LA NARRATIVA

La narrativa o épica, entendida como la atención que el escritor presta a lo que ocurre fuera de él para intentar transmitirlo de la manera más objetiva posible, con más o menos imparcialidad, es uno de los géneros literarios, junto a la lírica, la dramática y el ensayo, que conforman cada uno de los distintos grupos en que pueden ser clasificadas las obras literarias atendiendo a determinadas características comunes.
La épica o narrativa suele presentarse en prosa (salvo casos como los romances o los cantares de gesta, escritos en verso), sobre todo en los últimos tiempos. Subgéneros narrativos en prosa Los más importantes son:
1.El cuento: suele ser un relato breve, con pocos personajes, una única trama y una complejidad menor que en la novela. No podemos establecer los límites exactos del cuento. Cuando hablamos de brevedad, nos referimos a que su extensión es menor que la de una novela. Por ello, contamos con un subgénero híbrido entre el cuento y la novela: la novela corta, con una extensión intermedia entre lo breve y lo muy extenso. Tradicionalmente los cuentos se han transmitido de manera oral de generación en generación. Estos cuentos populares solían contar con un final didáctico o moralizante (por ejemplo, El conde Lucanor, de don Juan Manuel, siglo XIV). A partir, fundamentalmente, del siglo XIX, algunos autores comienzan a escribir relatos breves con finalidad artística, aunque sin pretensiones moralizantes. La mayoría de estos cuentos literarios (sin tradición popular) están dirigidos a un público adulto y cuentan con una gran concentración de la acción y los personajes (por ejemplo, los cuentos de Edgar Allan Poe o las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer).
2.La novela: suele tener una extensión y complejidad mayores que el cuento. Se caracteriza por la libertad: este subgénero no tiene límites y puede contener desde diálogos con clara intención dramática o teatral hasta fragmentos líricos o descriptivos. Los subgéneros novelescos son numerosísimos: novela histórica, de aventuras, rosa, policíaca, de acción, negra, psicológica, de caballerías, de amor, de tesis, social... La única condición es que esté escrita en prosa y que en ella intervengan unos personajes sobre los que se nos diga algo. Actualmente, la novela es el principal de los subgéneros literarios. La mayoría de los lectores sólo leen novelas, lo cual se ve favorecido por un potente mercado editorial que en los últimos tiempos se ha volcado con esta modalidad literaria.
La acción
Por acción entendemos la historia que se va desarrollando ante nuestros ojos a medida que leemos la novela. En una narración se suelen suceder varias acciones a la vez, las primarias y las secundarias, que, entretejidas entre sí, forman el cuerpo de la novela o argumento. Es importante que las acciones sucesivas sean verosímiles o creíbles, es decir, deben desarrollarse dentro de la lógica interna de la novela. Asimismo, el autor debe cuidarse de no caer en contradicciones argumentales para que la acción avance sin problemas. El orden de la acción, desde un punto de vista clásico, suele responder a la siguiente estructura interna:
Planteamiento: es la presentación de los personajes y el establecimiento de la acción que se va a desarrollar. Además, se expone el marco temporal y espacial en que se situará la historia. Nudo o desarrollo: la situación expuesta en el planteamiento comienza a evolucionar, es decir, se desarrolla el conflicto en el que se verán inmersos los personajes. En la novela suele haber un conflicto principal y otros secundarios que dependen, en mayor o menor medida, de aquél.
Desenlace: es la resolución del conflicto y el final de los sucesos que se han planteado. Puede ser
positivo y alegre, neutro, o negativo y desgraciado. De todos modos, y sobre todo desde la renovación de la novela a partir de mediados del siglo XX, es habitual que esta estructura se vea truncada:
In medias res o principio abrupto: consiste en iniciar la acción cuanto esta se encuentra en pleno desarrollo, sin haber presentado previamente a los personajes.
Estructura inversa: el autor adelanta el desenlace de la novela en las primeras páginas de la misma, y posteriormente se dedica a contar cómo los acontecimientos evolucionan hasta llegar a ese final. Final abierto: la historia no termina de resolverse, ni positiva ni negativamente, de manera que el lector percibe la sensación de que la acción se extiende más allá de los límites de la novela.
El tiempo El desarrollo argumental de una narración suele evolucionar a través del tiempo. Este tiempo de la novela no tiene por qué presentarse de manera lineal u ordenada, sino que puede ser alterado libremente por el autor con finalidad estilística, argumental o estructural. Esta técnica consistente en alterar el orden lógico de la narración se denomina temporalización anacrónica, y cuenta con dos recursos:
Analepsis o retrospección (flash-back): es un salto hacia atrás en el tiempo de la historia. Prolepsis o anticipación (flash-forward): el autor adelanta acciones que aún no se han producido en el relato primario de la novela, es decir, se trata de un salto hacia delante.
En relación con el tiempo en la novela no podemos olvidar el concepto duración. Un acontecimiento puede durar lo mismo en una narración que en la vida real, pero también puede ser resumido de manera que, por ejemplo, varios años transcurran en pocas páginas, o dilatado en el tiempo, y así un hecho mínimo puede ser descrito y analizado con detenimiento abarcando un gran número de páginas.
El espacio
La situación física en que se encuentran los personajes es uno de los recursos principales que los autores utilizan para contextualizar las historias narrativas. Una novela se puede desarrollar en un lugar o en varios, en espacios interiores o exteriores, rurales o urbanos, con los siguientes fines:
dar credibilidad a la historia, contextualizar a los personajes, producir efectos ambientales y simbólicos.
Los novelistas se suelen valer de la técnica de la descripción para presentar los espacios. Durante el movimiento literario realista del siglo XIX la descripción y el análisis de los espacios alcanzaron prácticamente la misma importancia que la historia narrada. En la literatura actual se muestra el espacio a través de los ojos de los personajes o del narrador.
Los personajes Los personajes son las personas, reales o ficticias, que desarrollan la acción narrada por el novelista. Los personajes principales o centrales son denominados protagonistas, mientras que los demás son secundarios. Es fundamental que el narrador ofrezca al lector una caracterización de los personajes, que puede ser:
Física: se describe el aspecto y el modo de vestir. Psicológica: cómo piensan, qué opinan ante la realidad circundante, cómo se comportan. Mixta: es una mezcla de las dos anteriores. Esta técnica se denomina retrato.
En una novela hay varios tipos de personajes: Agente de la acción: lleva el peso del desarrollo argumental y es el centro de atención de la historia narrada. Elemento decorativo: no aporta nada fundamental a la acción, sino que su función se limita a dar credibilidad a las acciones que le suceden al protagonista. Suelen formar parte de las escenas de grupo. Portavoz de la ideología del autor: a través de un personaje, que puede ser protagonista o secundario, el narrador se introduce intelectualmente en la acción y aporta su punto de vista personal al desarrollo argumental.
Los personajes de una novela se pueden presentar ante el lector de distintos modos: Por sí mismos. Este recurso suele aparecer en las novelas autobiográficas. A través de otro personaje. A través del narrador.
De forma mixta, combinando las tres formas anteriores.
El narrador
Por narrador se entiende la voz que cuenta lo que sucede en la novela. El autor puede narrar los hechos directamente, o bien elegir a un personaje que, con más o menos protagonismo, vaya contando desde dentro la historia. Además, en una misma narración puede haber distintos tipos de narradores, es decir, voces diversas que aportan puntos de vista distintos. Veamos más detenidamente cada uno de los tipos de narrador que hemos mencionado:
Narrador omnisciente: suele corresponderse con la voz del autor, que nos cuenta todo lo que los personajes hacen, dicen o piensan. El narrador omnisciente no justifica por qué conoce todos los datos que aporta, y el lector acepta esa voz que todo lo sabe como la voz del autor. Narrador personaje: en ocasiones, la historia es narrada por uno de sus personajes, aunque hemos de diferenciar entre el narrador-protagonista y el narrador-secundario. En el primer caso, la narración suele ser autobiográfica, ya que el narrador-protagonista se sitúa como centro de la acción y relata los hechos desde su propio punto de vista. En el segundo caso, el narrador-secundario es espectador de la acción, y la presenta según su mayor o menor proximidad a los protagonistas. Estos narradores- personajes no suelen ser omniscientes, sino que sólo cuentan aquello que conocen por experiencia propia o por conocimiento ajeno.
A partir de la renovación de la novela a mediados del siglo XX, cada vez son más frecuentes las novelas en las que intervienen distintas visiones de los personajes que están involucrados en la acción, en lo que puede denominarse narración colectiva. Un mismo hacho es narrado por varios personajes distintos, con lo que el lector obtiene una visión completa y diversa de la historia, enriquecida por puntos de vista diferentes.
En ocasiones, el autor de una novela no dirige su historia directamente al lector, sino a un personaje de ficción. Este personaje recibe el nombre de narratario.
José Carlos Carrillo Martínez

martes, 1 de marzo de 2011

La novela en España en el siglo XX hasta 1939

Aspectos generales
POSMODERNISTAS O VANGUARDISTAS:
RAMÓN PÉREZ DE AYALA: Tigre juan, Troteras y danzaderas.
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA: Doctor inverosímil, Seis falsas novelas.
GABRIEL MIRÓ: El obispo leproso, Las cerezas del cementerio, Figuras de la pasión.

NOVENTAYOCHISTAS:
VALLE INCLÁN:
. MODERNISTA: Sonatas (primavera, estío, otoño, invierno)
. GUERRA CARLISTA: Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de antaño.
. ESPERPENTO: RUEDO IBÉRICO: La corte, de los milagros, Viva mi dueño, Baza de espadas, Tirano banderas.
PÍO BAROJA:
Memorias de un hombre de acción
TRILOGÍAS. La lucha por la vida (La busca, Mala hierba, Aurora roja). La vida fantástica (Inventos, aventuras y mixtificaciones de Silvestre Paradox, Paradox rey). La raza (La dama errante, La ciudad de la niebla, El árbol de la ciencia). Las ciudades (César o nada, El mundo es ansí, La sensualidad pervertida). El mar (Las inquietudes de Shanti Andía, El laberinto de las sirenas, Los pilotos de altura).
UNAMUNO:
NÍVOLAS. Niebla. Amor y pedagogía, Abel sánchez, San Manuel Bueno, mártir, Siete novelas y un prólogo.
AZORÍN: La voluntad, Antonio Azorín, Las confesiones de un pequeño filósofo.